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Construyendo un adulto: fotograma 9 "Lo que sucedió" (parte 2 de 2)

          Trenzas de boxeadora.            Lara decidió que aquel iba a ser el peinado de moda de esa temporada estival. La idea surgió al recordar un verano que pasó con sus padres en un pueblo de la costa andaluza. En aquella época su padre todavía vivía con ella y de vez en cuando, se podían permitir una semana de vacaciones junto a la playa. Por las noches, tarde, después de cenar cuando el calor atizaba con menos fuerza, las familias salían a pasear por el paseo marítimo. Se ponía muy animado, con tenderetes de ropa hippie, sandalias, complementos y un sinfín de objetos que una vez en casa, sacados de su contexto playero, no se usaban para nada.              Sin embargo, hubo algo que Lara se llevó con ella y que duró casi un mes en su cabeza. Se trataba de un peinado a base de trencitas pegadas al cuero cabelludo que le había hecho Adaku, una de las mujeres nigerianas que ofrecían peinados para pelo afro.           Al llegar a su ciudad, lejos de la costa y del olor a playa, much

Construyendo un adulto: fotograma 1

Lara tenía miedo a quedarse sin amigas. Pensaba que si hacía todo lo que ellas querían, permanecerían a su lado. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que, a pesar de sus esfuerzos, las amigas se marchaban. Algunas veces porque sus padres se mudaban y otras porque se cansaban de ella. Un día, su madre le dio un consejo que le serviría para toda la vida. En principio le pareció una contradicción, pero resultó ser uno de los mejores aprendizajes de su infancia.

Un viernes por tarde, Lara había invitado a su amiga Elena a merendar. Después de comer se pusieron a jugar en el pasillo. Había varios trastos tirados por el suelo: piezas de Lego, coches, muñecas y algunos utensilios de cocina de plástico. Lara jugaba con la Nancy roquera. A pesar de que Elena tenía la Barbie, se encaprichó de la muñeca de su amiga.

— ¿Me das la Nancy?

— No… — dijo temblorosa.

— Ah, pues si no me la das, me voy — Se puso en pie.

A Lara se le hizo un nudo en el estómago al oírla, pero consiguió reunir fuerzas y seguir el consejo de su madre: pretender ser invulnerable a las amenazas. Con un hilillo de voz replicó:

— Vale…Pues…Te vas… Y ya está…

Elena la miró sorprendida con los ojos muy abiertos. Aquella no era la reacción que esperaba.

— Bueno, me voy a quedar, pero mi Barbie es la jefa.

Lara no podía creerse lo fácil que había sido convencerla. Durante la adolescencia, perfeccionó esta técnica y de adulta se hizo una experta.

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